La cadena de frío es una de las técnicas más útiles para la conservación de ciertos alimentos. Es una garantía de que estos no perderán ninguna de sus características y de que no resultará un problema para la salud.
Mantener la temperatura de manera constante en toda la cadena es imprescindible, desde el momento en el que se congelan y hasta que llegan a la mesa del consumidor. De no hacerlo así, estaremos corriendo el riesgo de contraer enfermedades alimentarias.
A lo largo de esta entrada vamos a ver en qué consiste la cadena de frío, sus características y el porqué de seguirla a raja tabla en todas las partes del proceso sin dejarnos ninguna.
¿Qué es la cadena de frío?
Estamos ante un método que busca mantener una temperatura determinada en algunos alimentos, como son carnes, pescados o verduras.
Es un procedimiento complejo que está conformado de múltiples etapas: producción, almacenamiento, transporte y venta. Cada una es casi un eslabón que, en determinadas circunstancias, puede romperse con relativa facilidad.
Una vez rota, el crecimiento de los microbios, que hasta ahora el frío detenía, se dispara y el proceso de degradación del alimento comienza.
De llegar en estas condiciones al consumidor final, es muy probable que su salud se vea afectada. De esta manera, el control de la temperatura es clave y mantenerlo constante también.
El frío garantiza que el desarrollo microbiano pare y, como consecuencia, la degradación del alimento se ralentice. No importa cuánto tiempo permanezca congelada, la comida siempre acabará por echarse a perder.
Existen dos tipos de cadena de frío que debemos conocer: la refrigeración y la congelación. La primera está pensada para un corto o medio periodo de tiempo entre producción y venta. La segunda está planteada para el largo plazo.
Características e importancia
La temperatura es clave, como ya se ha dicho. En la mayoría de los alimentos, pero sobre todo en las verduras, deben mantenerse entre los -18 y -25º C.
Si en algún momento bajamos, por el motivo que sea, de los -18º C habremos roto la cadena de manera irremediable. Para evitar esta eventualidad se han desarrollado respuestas, como pueden ser los camiones isotermos que mantienen la temperatura bajo cero.
Una vez que se rompe, cosa que puede llegar a suceder por un mero descuido, no nos es posible volver a restituir el estado anterior. Lo único que lograríamos es congelar el agua, la cual formaría cristales de hielo que romperían las fibras de los alimentos con la consiguiente pérdida de propiedades.
Por desgracia, la cadena puede romperse en cualquier eslabón. Quizás un descuido en el proceso de congelación o refrigeración o, simplemente, porque durante el transporte a casa no tuvimos los cuidados necesarios.
Es importante su mantenimiento para no contraer enfermedades alimentarias y lograr la conservación de un producto a lo largo del tiempo. Por suerte, el proceso suele seguirse de manera minuciosa y, en caso de fallo, es posible realizar un estudio de trazabilidad para comprobar dónde se dio la ruptura.
Conclusiones
Es indispensable mantener la cadena de frío en todo momento, desde la fábrica hasta que llega a los consumidores. Hacerlo es garantizar que las características del alimento no se perderán y que nuestra salud no se pondrá en juego por una enfermedad alimentaria. De esta manera hay que ser precavido, uno de los eslabones que suele romperse con facilidad es el del consumidor.
Muchas personas no son conscientes del peligro que supone romperla durante un largo periodo de tiempo. La precaución y unos cuidados básicos son la mejor solución a este problema. Si se mantiene la cadena de frío se podrá disfrutar de los alimentos en sus condiciones óptimas sin las consecuencias que nadie desearía.